La verdad es que no soy aficionado de los shows de telerrealidad. Sin embargo, en esta temporada de elecciones –que ha devenido en un verdadero show de telerrealidad— me ha sido difícil apartar los ojos (y los oídos) de las pullas que se intercambiaban principalmente entre los candidatos republicanos. Ya sea que usted lo apoye o no, tiene que admitir que Donald Trump dice cosas que le ponen a uno los pelos de punta. Desde la perspectiva de Recursos Humanos, las granadas verbales que lanza Trump darían lugar a todo un campo minado de posibles reclamaciones basadas en discriminación si se lanzaran en un entorno laboral.
Imagínese que Donald Trump fuera uno de sus supervisores o un gerente de planta…. usted podría tener [más bien tendría] un problema. Examinemos algunos de sus comentarios.
Marquito y Ted el mentiroso. Por supuesto, los señores Rubio y Cruz son hispanos. El único candidato republicano que queda, el gobernador John Kasich, no es hispano. Si su supervisor –aquí, Trump– decide ofender a los hispanos en su fuerza de trabajo… ¿no se preocuparía usted por reclamaciones basadas en discriminación racial?
Con sangre saliéndole de su lo que sea. Esta es una que no deja lugar a dudas… ¿verdad? La implicación obvia les corresponde, claro, solamente a las mujeres. Discriminación basada en el sexo. Y dependiendo de cuán severos se perciben estos comentarios dada la plataforma en que se expresan, o sea, la televisión nacional… acoso sexual.
Serge Kovaleski.El Sr. Kovaleski es un periodista de The New York Times que vive con un padecimiento crónico que afecta su capacidad de mover los brazos. En otras palabras, está incapacitado. El tener una incapacidad no exime a nadie de que lo critiquen, pero la naturaleza de la crítica sí infringió la ley cuando se dirigió la crítica a su incapacidad. Ese fue el consenso de la mayoría de los medios de prensa respecto a los comentarios del Sr. Trump acerca del Sr. Kovaleski.
No nos están mandando lo mejor de su gente… están trayendo drogas, son violadores… Esta tampoco deja lugar a dudas. Estos comentarios ofenden a todos los mexicanos que “se envían” a los Estados Unidos. Discriminación por origen nacional.
Y esto, por supuesto, no agota la lista. Solo nos queda esperar que las pullas que lanza el Sr . Trump se queden en el terreno político y no se introduzcan en nuestros centros de trabajo. Habiendo dicho esto, y en vista del escenario nacional donde actúan los candidatos, el Departamento de Recursos Humanos haría bien en recordarles a los empleados mediante esfuerzos de capacitación lo que es aceptable en el centro de trabajo. Tanto cuanto estos asuntos se debatan en el mismo, esto puede dar lugar a “oportunidades de enseñanza” sobre lo que constituye —o no constituye— conducta aceptable.