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Después de ver que la cabellera de varios jugadores les cubrían los números de sus “jerseys” mientras se tocaba el Himno Nacional, el ex propietario de los Yankees de Nueva York, George Steinbrenner, ordenó a los jugadores que se cortaran el cabello. Fue en ese momento, en 1973, que nació la política de los Yankees para el corte de pelo.  La política oficial del equipo expresa que “a todos los jugadores, entrenadores y ejecutivos varones se les prohíbe exhibir pelo facial que no sean bigotes (excepto por motivos religiosos) y que el del cuero cabelludo no podía llegar por debajo del cuello”. A lo largo de los años muchos han hecho comentarios acerca de esta política, y algunos se han rebelado.

En 1991, Don Mattingly (actualmente el Gerente de los Marlins de Miami) desafió la política y se negó a cortarse el pelo. En respuesta, lo sacaron de la alineación inicial del equipo y lo multaron repetidas veces hasta que se cortó el cabello.   Al igual que otros empleadores que tenían políticas similares, Steinbrenner quería que los Yankees adoptan “actitud empresarial”.

La Ciudad de Nueva York, sin embargo, les advirtió recientemente a los negocios que las prohibiciones de estilos de peinado que frecuentemente exhiben afroamericanos pueden violar las leyes antidiscriminatorias.  El 18 de febrero de 2019, la Comisión de la Ciudad de Nueva York sobre Derechos Humanos declaró, en parte, que los empleadores podían encarar multas de acuerdo con las leyes sobre Derechos Humanos de la Ciudad si sus políticas sometían a sus empleados afroamericanos a un tratamiento desigual… tal como la prohibición de las “trenzas africanas (cornrows), rastas (dreadlocks), “afros” o “cortes fundidos” (fades)”.  Según estas pautas, la Comisión puede imponer multas de hasta $250,000 a los que acosen, bajen de categoría en el empleo o despidan a empleados a causa de su cabello.

La Ciudad de Nueva York va a la vanguardia en estos asuntos. Ningún otro gobierno municipal ha considerado ordenanzas similares. Pero esta advertencia sirve para recordarnos que las políticas demasiado abarcativas sobre la apariencia y los peinados pueden dar lugar a inquietudes sobre discriminación en el centro de trabajo. Entre las maneras para reducir al mínimo estas posibles inquietudes se encuentran redactar políticas concisas y fáciles de entender, incluir excepciones basadas en categorías protegidas (como por motivos religiosos que tuvo la política de los Yankees) y, por supuesto, asegurar que las políticas se apliquen uniformemente.

Algo me dice que si El Jefe (“The Boss,” como le decían a George Steinbrenner) estuviera vivo todavía, es muy probable que estaría dispuesto a pagar $250,000 de multa por cada jugador para asegurar que sus Yankees tuvieran una apariencia presentable… ¿pero cuantos empleadores estarían dispuestos a hacer lo mismo?